Hay errores en la vida que se pagan muy caros. Algunos podrían venir de la mano de una inadecuada gestión del contrato de arrendamiento. No nos gustaría que te vieras en una situación de esta envergadura y menos aún, por equivocaciones o falta de conocimiento. Por ello, porque somos conscientes de la importancia de hacer un buen contrato, en el post de hoy, os dejamos una serie de pistas.
No leer el contrato
Es uno de los errores más típicos o habituales. Dar por supuesto algunas cláusulas que se presuponían incluidas en el contrato o que se habían acordado de antemano, se podría evitar con una buena lectura y revisión de lo escrito.
Al respecto, nosotros insistimos que hay que revisar, cuantas veces sean necesarias, todas y cada una de las condiciones así como los pormenores –desperfectos, roturas, suministros, responsabilidades, etc.- para evitar males mayores o sorpresas inoportunas que pudieran aparecer, y no precisamente de buen gusto.
Hacer un contrato verbal
Error y muy grave. Más aún cuando sabes de sobra que las palabras se las lleva el viento.
Es cierto que la ley ofrece la posibilidad de celebrar el contrato por escrito o de palabras y ambos tiene validez. Pero a la hora de demostrar que se ha llegado a ciertos acuerdos o que se habían fijado determinadas condiciones es mucho más difícil hacerlo si el contrato se ha realizado de manera verbal. De modo que, todo por escrito y bien escrito es nuestra mejor recomendación.
Suposiciones
Dar por supuesto requisitos o condiciones es otro de los errores que se cometen con mayor frecuencia.
En los contratos no hay que dejar nada al azar y todo debe estar plasmado. Al respecto, conviene prever todas las circunstancias y pedir que se modifique el contrato para que figuren en el nuevo escrito. Puede que por prudencia o por vergüenza el futuro inquilino no haga esta petición y cuando tenga que reclamar será mucho más difícil obtener la razón, o al menos, conseguirla.
No hacer inventario
De la misma forma que conviene dejar constancia del estado de la vivienda, en el contrato se debe incluir con claridad, en un anexo como inventario, el mobiliario que se queda en el piso, los electrodomésticos y el estado en el que se encuentran.
Por tanto, hay que dejar claro si la casa está amueblada o se alquila vacía. Así el inquilino podría evitar que, a la larga, se le culpe de haber estropeado un aparato o que, por el contrario, el casero pueda tener las espaldas cubiertas en caso de echar algo en falta.