Propietario e inquilino, bajo la relación contractual que mantienen, están predestinados a entenderse mutuamente. Como cualquier relación que se precie, la base de todo se halla implícita en la cordialidad manifiesta que ha de existir entre ambos. Si ambos están contentos y cómodos en una relación sana y fluida el éxito vendrá garantizado por la tranquilidad de uno y otro, revertiendo así notablemente en un alquiler duradero, estable y de calidad.
Comunicación fluida y permanente
Es el consejo por excelencia. La regla de oro para el alquiler. Una comunicación fluida y permanente asegura la relación entre propietario e inquilino al ver expresadas y atendidas las necesidades de las partes. El diálogo es la base para ello, ya que, en ocasiones, propietario e inquilino descuidan la comunicación y claro problema asegurado.
Si el propietario no puede hacerse cargo de mantener esa relación o comunicación nada mejor que acudir a los profesionales o intermediarios que garanticen ese diálogo que no ha de faltar, ni mucho menos fallar. Tanto sí se hace a nivel particular como profesional, lo mejor es que las peticiones, imprevistos o inconvenientes se vean satisfechos para las partes. Nada mejor que propietario e inquilino se sientan cómodos en la relación. Para ello, el propietario ha de quedar a la entera disposición del inquilino para que este se sienta atendido, escuchado y viceversa. Y, lo mejor, inquilino contento propietario mucho más.
Legalidad por doquier
Nada mejor tanto para propietario e inquilino es sentirse respaldado. Esa óptima relación ha de garantizarse a través del contrato de alquiler que vincule a las partes, conforme a lo expresado y recogido en la legislación vigente (Ley de Arrendamientos Urbanos) y que reconozcan los derechos y obligaciones que a cada uno les corresponde.
En este sentido, el contrato de alquiler aporta otra de las bases para la correcta relación entre arrendador y arrendatario. En él, para su eficaz entendimiento, han de contemplarse legalmente las condiciones que de mutuo acuerdo acuerdan cumplir y comprometerse. Otro paso necesario para afianzar una buena relación.
Legalidad como punto de partida
Nada mejor tanto para propietario e inquilino es sentirse respaldado. Esa óptima relación ha de garantizarse a través del contrato de alquiler que vincule a las partes, conforme a lo expresado y recogido en la legislación vigente (Ley de Arrendamientos Urbanos) y que reconozcan los derechos y obligaciones que a cada uno les corresponde.
En este sentido, el contrato de alquiler aporta otra de las bases para la correcta relación entre arrendador y arrendatario. En él, para su eficaz entendimiento, han de contemplarse legalmente las condiciones que de mutuo acuerdo acuerdan cumplir y comprometerse. Otro paso necesario para afianzar una buena relación.
Respeto y formalidad compartida
Para rematar una buena relación nada mejor que el respeto mutuo. Del lado del propietario, máxima consideración hacia las necesidades que exprese tu inquilino y por supuesto, mayor deferencia en relación a su intimidad. En cambio, total y absoluta formalidad por parte del inquilino hacia la propiedad que se le confía, comunidad de vecinos, etc.
Ser condescendientes mutuamente
Finalmente, ante cualquier exigencia no formalizada ha de practicarse la empatía y el entendimiento. Ocurre que tanto propietarios e inquilinos exigen, en ocasiones, cosas fuera del alcance e, incluso, cuestiones que van más allá de la lógica. Ante ello, nada mejor que acudir al diálogo y dejarse llevar por unas buenas dosis de empatía que aseguren el entendimiento compartido entre las partes.
Si se tiene en cuenta estos aspectos, propietario e inquilino estarán en condiciones de mantener una buena relación. Tan sólo, hay que ponerlas en prácticas y predicar ambas partes con el ejemplo.
