Los siete pecados del emprendedor

  17 febrero, 2015

Si siete son los pecados capitales, también lo son en el caso de los emprendedores. A su vez, casi con toda probabilidad, tales imperfecciones podrían poner en riesgo o impedir cualquier posibilidad de éxito de ser puestos en práctica. Por tanto, más vale conocerlos un poco de antemano para así, al menos, tratar de esquivarlos y no caer en ellos.

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La ambición desproporcionada

El emprendedor suele errar en orientar los primeros esfuerzos en unos objetivos o metas un tanto idílicas o desvirtuadas de la realidad. Está bien soñar, pero todo a su debido tiempo. Para ello, debe evitar caer en ello planteando así unos objetivos precisos, concretos, objetivables y cuantificables. Más vale fijar “pequeñas metas o logros” que evitar la tendencia a trazar seductores planes de negocio o líneas estratégicas que podrían ser los anticipos de “grandes fracasos” y desmotivaciones.

La confianza ciega

En ocasiones, se puede caer en el desliz de creer “saberlo todo” sobre el sector o negocio que se desea emprender. Craso error, pues es necesario buscar los principales mecanismos y cauces más adecuados que implican, principalmente, el asesoramiento estratégico, financiero, modelos de gestión, etc. La desconfianza manifiesta, sin escuchar a los expertos y profesionales de cada ámbito, podrían paralizar la eficaz “puesta a punto” del proyecto o negocio por el que ha decidido emprender.

La imitación por sistema

Es bueno tener referentes pero mucho cuidado con tratar de imitar o reproducir otros modelos de éxito, pues puede que ese prototipo no funcione para según que casos. En este sentido, conviene conocer muy bien el mercado en el que te vas a mover y tener una idea bien cercenada del negocio para evitar simular otros planteamientos que, en tu caso, podrían ser perjudiciales o engañosos.

El conformismo cómodo

Cualquier emprendedor que desee triunfar con su negocio ha de evitar caer en la comodidad derivada de la rutina. Constantemente, deberá apostar por seguir creciendo, por renovarse y a la vez innovar, por estar al día de las últimas tendencias para sortear mejor los vendavales o desafíos de la competencia. Ya sabes, has de poner a prueba aquello de “renovarse o morir”.

La indecisión inmovilista  

La tarea y gestión de tomar decisiones adecuadas es sinónimo de buena gestión. El emprendedor, en este sentido, ha de rehusar adoptar cualquiera de ellas, no todas valen y hay que saber cuándo y qué toca decidir. La indecisión produce bloqueos y, lo que es pero, pueden paralizar el mejor de los desarrollos que debería experimentar el negocio.

El miedo a la frustración

Equivocarse es de sabios o lo que es lo mismo, hay que equivocarse para aprender. Si algo no va en la línea de lo que habías pensado para tu negocio, no te preocupes, al buen emprendedor se le reconoce por su capacidad de sobreponerse a los contratiempos y dificultades. Al respecto, has de eludir cualquier intento de desmotivación o frustración para perseguir el éxito. Toca arriesgar para triunfar.

La arrogancia perfecta

La falta de humildad puede ser una traba para el éxito. El emprendedor ha de eludir, con todo aquel que ha de relacionarse, la altivez e impertinencia. De serlo, caería en un ejercicio de irresponsabilidad ya que gran parte de su trabajo consiste en compartir y negociar, ejecutar y gestionar con otros de su entorno y con cualquier tipo de profesional, cliente, proveedor, etc. Unas buenas dosis de empatía son la mejor herramienta para nutrir unas óptimas y excelentes relaciones.

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